Imagínate a Bill Clinton, en su época de presidente de los Estados Unidos, tan campante, viajando en coche con su mujer.
En esto que paran a repostar en una gasolinera y resulta que el encargado es el exnovio de Hillary.
Así se lo hace saber la Primera Dama, una vez terminan de repostar y continúan el camino.
Bill no puede vencer la tentación y le dice, con el pecho hinchado de orgullo, una frase que era una puñalada de fina ironía.
¿Cuál es la frase y por qué es importante? Te lo cuento ahora.
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Pues le dijo:
“Si te hubieras casado con él, ahora serías la esposa del dueño de una gasolinera”.
Hillary no se inmutó y, con el ingenio más afilado que un cuchillo jamonero, le suelta la siguiente joya:
“Si me hubiera casado con él, él habría sido el presidente de los Estados Unidos de América”.
¿Por qué me gusta esta historia?
Verás, todo nuestro entorno ejerce influencia en nosotros, tanto buena como mala.
Ya lo decía nuestra madre (y la madre de Bill Clinton):
“Cuídate de las malas compañías”.
Y esto aplica también a la gente que nos eleva, esas que pueden impulsarte a alcanzar la cima del Everest.
Y no, no hablo en este caso de relaciones de gran influencia que te lleven al éxito “por la cara”.
Me refiero a personas que saquen lo mejor de ti.
Que te hagan sentir valorado y querido por ellas.
Muchas personas no explotan todo su potencial porque no creen en ellas, o su entorno las desvaloriza.
¿Tu pareja va a determinar que acabes siendo el presidente del gobierno de un país?
Es poco probable.
Pero cuando logres éxitos, no olvides que gran parte de tus logros se deben a tu pareja, familia y amigos.
Son ingredientes secretos para alcanzar la gloria.
“El chiste de mi cuñado:”
Con esto de la subida de la gasolina, cuando le hecho 50,00 euros al coche, el gasolinero no me da las gracias. Ahora se despide con un cariñoso: “¡Hasta mañana!”.
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