MENTALIDAD IMPARABLE
“Historias y crecimiento personal”
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Estaba al borde del enfado.
Había ido a la boutique más cara y exclusiva de la ciudad, y no le daban lo que necesitaba.
Su rostro se endurecía, su expresión se agriaba.
Las dependientas, desesperadas, ya no sabían qué hacer.
Pero la dueña tenía una carta oculta.
Todo ocurrió una tarde de verano, cuando la aristócrata más temida de la ciudad irrumpió en la boutique.
Estaba pletórica: esa noche tenía una fiesta especialmente importante, de gala y con los asistentes más destacados.
En su mente solo había una idea: dejar deslumbrados a todos.
Le probaron tocados parisinos, pamelas con plumas, diademas bordadas con piedras traídas de la India.
Nada servía; todo le parecía vulgar o ridículo.
El reloj corría y el pánico empezaba a notarse entre las dependientas.
La dueña, que contemplaba la escena desde la distancia, analizó el conjunto que llevaba la aristócrata con ojo experto.
Fue al almacén y regresó con una cinta negra y sencilla en la mano.
Sin decir palabra, midió la cabeza, recogió un mechón de cabello y, con dos giros expertos, ató la cinta de manera impecable, dejando que un lazo elegante cayera justo sobre la oreja.
Todos contuvieron la respiración.
La dama se miró en el espejo y, por primera vez, sonrió satisfecha.
Era simple, pero, de algún modo, absoluto.
Imponente. Justo lo que buscaba.
“¿Cuánto le debo?”, preguntó, todavía incrédula ante el milagro de algo tan humilde.
“Mil francos”, respondió la dueña de la boutique, sin titubear.
La aristócrata, sorprendida, reclamó: “¿Por una cinta?”.
La modista sonrió: “La cinta se la regalo, mil francos es por saber qué hacer con ella”.
Aquella noche, nadie logró apartar la mirada de su lazo.
Y en la ciudad todos comprendieron que el verdadero lujo no estaba en la cinta, sino en el talento de quien sabe dónde ponerla.
“No haces una fotografía solo con una cámara. Llevas a la fotografía todas las imágenes que has visto, los libros que has leído, la música que has escuchado y la gente que has amado.”
Ansel Adams